lunes, 1 de enero de 2001

AL REY DE LAS ESPAÑAS

Hincando la rodilla al fin me llego
ante su majestad y su corona.
No se determinar a qué persona
el brazo luchador rendido entrego.

No se si aspiro un aire palaciego,
ignoro hasta el emblema que blasona
en no se qué tambor que recio atrona,
más se que de mi rey yo no reniego.

Contemplo en mi visión el trono regio
sentado de una sombra pensativa
y espero en una voz de sortilegio

el ser llamado al fin en combativa
arenga de la espada en privilegio.
Y gritan: ¡Viva el Rey! y digo: ¡Viva!