domingo, 25 de marzo de 2001

EN LA CLAUSURA

Esposa de Jesús, con él te has ido.
Mas se que no te pierdo, sé que gano
el cielo al que te arrimas, que cercano
lo acercas y lo cuidas como un nido.

Yo se que tú te alegras si te pido
que lleves al Señor mi pobre mano
hambrienta  del pan nuestro cotidiano,
sedienta del amor inmerecido.

Y dicen que te vas, yo que te quedas
buscando un gran tesoro en la pureza
de nobles y fragantes mil veredas;

guardando en tu interior esa pobreza
que esperas ver colmada ¡ojalá puedas
ver pronto en lo pequeño la Grandeza!