Tú esperas en la noche una alborada,
yo aguardo de los cielos una seña.
Sabiendo que avizoras aguileña
se queda mi esperanza esperanzada.
Trasluces tanta paz en tu mirada
y ríes tan en paz -como quien sueña-
que siento que a mi paz tu paz enseña
y quiero ver mi paz acompañada.
Me duelo de pensar -si voy pensando-
la pena del temor de ser molesto.
Mas sé que mi esperanza está soñando
y quiero, al despertar, decirlo presto:
que todo lo que Dios me va enseñando
está en la primavera de tu gesto.