domingo, 7 de marzo de 1999

AL SANTO CRISTO DE JAVIER

Hoy al verte escondido en tu castillo
midiendo con los brazos la angostura
medieval de una tosca arquitectura
he visto sonreir -como a un chiquillo

que juega a hacerse el muerto en un sencillo
juego infantil- a Dios mismo. La dura
y cruda realidad, y la amargura
del mundo, sublimadas en el brillo

ingenuo de tu rostro enamorado.
Pues ¿cómo paradójico deslíes
tu sangre de inocente ajusticiado

en amor? Así espero que me guíes:
De la muerte que danza en tu costado
enséñame, Jesús, por qué te ríes.