Mirando aquellas rocas esculpidas
atisbo en la penumbra unos talleres
que fueron y no son. Y unas mujeres
de carne y de misterio que atrevidas
quisieron ser estatuas, convertidas
en piedra que eterniza los quereres.
El tiempo y la humedad ¡cuántos placeres
leyeron de las páginas vividas!
El arte levantó para los muertos
panteones en las manos de los vivos.
Hoy pulen y corrigen sus conciertos
las manchas de lamentos redivivos.
Los líquenes del tiempo experimentos
son de aleves discípulos furtivos.