Esposa de Jesús, con él te has ido.
Mas se que no te pierdo, sé que gano
el cielo al que te arrimas, que cercano
lo acercas y lo cuidas como un nido.
Yo se que tú te alegras si te pido
que lleves al Señor mi pobre mano
hambrienta del pan nuestro cotidiano,
sedienta del amor inmerecido.
Y dicen que te vas, yo que te quedas
buscando un gran tesoro en la pureza
de nobles y fragantes mil veredas;
guardando en tu interior esa pobreza
que esperas ver colmada ¡ojalá puedas
ver pronto en lo pequeño la Grandeza!